(Narrativa)
LIBEREN A PANCHO
Autor: Pedro
Delgado
Desde que llegó a la calle El Molino de Ruperto Lugo,
Catia, mostró dotes de buen cantante. Impecable afinación y elegancia sonora
caracterizaban su canto, sobre todo a primeras horas matutinas, cuando su
garganta explayaba por el vecindario aquel matiz musical anunciando un nuevo
día. Cuando Pancho llegó a la tercera planta de la casa donde vive José
“Machiche”, éste le dio hospitalidad y
buena atención logrando adaptarse en poco tiempo; hasta una compañera encontró en su nuevo hogar. Su canto era
asimilado por otros congéneres que al oírlo retransmitían (no tan impecable),
su melodiosa entonación. En ocasiones, alegre y juguetón, de un solo salto
llegaba hasta la calle para entretenerse
con los muchachos de la cuadra, quienes se divertían con él montándolo sobre
las patinetas haciéndole bromas. En más de una ocasión, algún vecino alertaba
para que su dueño recogiera al pinto que muy ufano jugueteaba en plena calzada.
Este relato en
pretérito, queda convertido en clamor a nombre de los vecinos del sector para
que Pancho aparezca; porque hace unas cuantas semanas, inexplicablemente no da muestra de su presencia física. Quienes
extrañamos su despertador canto, imploramos a Dios porque no haya ido a parar a
una atrevida olla sancochera, o a las manos de algún fanático ejecutor de un
profano rito religioso. Si por el contrario alguien lo tiene cautivo en algún
corral, agradeceríamos enormemente que liberen a Pancho. Se recompensará con la
alegría de toda una comunidad que al levantarse para irse a sus labores, añora
el preciso ¡Kikiriquí! retumbando a más de tres cuadras a la redonda.
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