domingo, 5 de julio de 2015

Cuento Amor De Museo/No Fue Su Culpa por Pedro Delgado



       (Cuento)                                    
                                  AMOR DE MUSEO 

                                                                                                                                         Autor: Pedro Delgado. Caracas 2002. 

En un espacioso museo, habitaba un ratón envanecido por su sapiencia en cuestiones de artes plásticas producto de haber visto innumerables exposiciones.
   Una noche, al salir a dar un paseo por el jardín, conoció a una linda ratona recién llegada al complejo cultural. Miradas y sonrisas mutuas antecedieron al inminente flechazo. Sentados sobre una piedra se pusieron a mirar la luna llena. Observando los pasillos del museo, él le iba detallando a ella la ubicación del cine, la sala de conciertos, el teatro, el auditorio, la biblioteca y el cafetín; lugares también habitados por congéneres suyos.
   Luego de cierto rato de flirteo, corrieron agarrados de las manos hacia el interior de las instalaciones bajo el redondo resplandor. Ya instalados, él; dando muestra de erudición, se dedicó a guiarla a ella por todas las galerías explicando y detallando. Nombres como: Chagall, Rembrandt, Van Goth, Velásquez, Miró, Reverón, El Greco, Millet etcétera; iba pronunciando el ratón quien (con un bigote retorcido a lo Dalí), aprovechaba para darse ínfulas. Ella, con rubor, era todo oído y atención ante la cátedra pictórica.
   Luego de un largo recorrido por las salas de arte, fueron a parar a las habitaciones de él. Allí los recibieron unas paredes repletas de afiches, cuadros autógrafos y adornos.
   Compartiendo vidas en casal, vivieron por cierto tiempo entre anaqueles de libros, lápices, papeles etcétera; que de vez en cuando le servían de comida.
   Hasta que un buen día, sentada sobre el viejo proverbio que dice: “Amor con hambre no dura y si dura no perdura”, ella se fue a vivir con el ratón del cafetín.

 

                       


                     NO FUE SU CULPA             
            
Un gran revuelo se armó aquella mañana en la comarca al conocerse la muerte del sapo quien, con los ojos brotados, el semblante rígido y todo su cuerpo cubierto de un líquido blanco; yacía sobre una filosa estaca. Un camino cercado y un sembradío de flores, era todo el escenario.
   Entre la algarabía de los curiosos que rodearon el lugar, aparecieron las autoridades con el fin de investigar la tragedia. Por su vasta experiencia en cuestiones criminalísticas, fue designado el cangrejo para que se encargara del caso. Ya en funciones, se dedicó a interrogar –in situ- a la gallina la urraca y la cotorra; quienes fueron las primeras que a tempranas horas pasaron por el lugar. Estas declararon que solo vieron al sapo dando saltos a la vera del cercado.
   A su lado, la atribulada sapa lloraba la desgracia de su marido y lanzaba epítetos como: ¡Asesina! ¡Perversa! ¡Culpable! a la rígida estaca, quien no salía de su asombro. Esta se había convertido (por razones elementales de la estricta lógica), en la principal indiciada; razón por la cual quedó detenida.
   Ya pasado cierto tiempo de las diligencias del cangrejo, estas fueron pasadas a instancias tribunalicias y una vez confrontadas las partes—fiscal el rabopelado y defensa el colibrí—condujeron a la lechuza, juez a la sazón, a dictar fallo favorable a la estaca exonerándola de toda culpa, pues (concluyó el juez), que igualmente por  razones elementales de la estricta lógica, se trataba simple y llanamente de un accidente de tránsito.




                                                                                                                                     Autor: Pedro Delgado. Caracas, 2002.

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